3 ago 2011

Parálisis

Se encontraba en un diván de piel resbalosa y verde mirando cara a cara a un psiquiatra que apuntaba todo lo que de su boca emergía. Hacía meses que el espanto llegaba por las noches. Ocurría tras apagar la luz. Al repasar, sin proponérselo, los avatares del día: el trabajo, el colegio de los niños, el hastío en su matrimonio y en su vida…

Llegado un momento, el cansancio le vencía, y percibía un vacío que le hacía sentir como si estuviera subida en un ascensor en caída libre; después, pasaba lo que más temía: aparecía él. Desconocía qué o quién era. Un espíritu, un diablo o bien una mezcla de los dos. Su cuerpo era pequeño; parecía un infante de ojos rojizos y maléficos. Luego, notaba cómo poco a poco y silenciosamente se iba acercando por su lado de la cama y se encaramaba hacia ella, cerniéndose sobre su pecho. El ser, comenzaba a presionar con sus manitas el cuello; impidiéndole la respiración. Ella luchaba inútilmente, pues sus músculos, no se movían; estaba rígida. Abría los ojos, y lo seguía viendo allí, en la oscuridad, impertérrito y constante. Así, mientras su corazón estaba taquicárdico, su marido roncaba a placer; ajeno al hombrecillo diabólico que quería acabar con su vida. El médico miró con serenidad a su paciente; no era la primera vez que le habían descrito esta experiencia. Con voz pausada le indicó su diagnóstico: “Sufre de parálisis del sueño, en cuanto se convenza de la inexistencia de su visitante nocturno, se le pasará la sensación de ahogo paralizante.”

Llegó la noche y se tumbó. Esta vez, se reiría en la cara del enano. Miró al techo, aguardando su aparición. No tuvo que esperar mucho. El personaje hizo lo de todas las noches, pero esta vez, ella estaba preparada.

Lo peor fue por la mañana, cuando vio que su cama estaba llena de sangre.

Autora: Victoria Eugenia Muñoz Solano


Espero que os haya gustado

Saludos

Victoria E.

1 comentario:

  1. ¿Qué he de hacer para que después de escribir un comentario, dedicar ilusión y tiempo, teclear esas letras temblorosas, y pensar que todo está correcto, nada de lo que he escrito quede en la memoria?

    Una vez más, no he tenido la precaución de memorizar el texto que había escrito.

    Se nota que estoy enfadado.

    José L.

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