No pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento. Los recuerdos llenaban su mente. Esbozó una sonrisa al rememorar su único momento feliz: el día que atravesó en brazos el umbral de aquella humilde vivienda. Luego todo fue dolor, amargura y miedo.
Tras la puerta, estaba aquel extraño: flácido y rígido. Coagulado en un charco inmundo; aunque no tanto como lo fue él. “Las moscas, pulularán por la ventana y atiborraran de gusanos su cuerpo”, pensó.
El viento, que soplaba por el pasillo levantó su pelo, obligándola a volver la cara nuevamente hacia la puerta, que llena de coraje golpeó diciendo: “Francamente, querido, me importa un bledo”.
Autora: Victoria Eugenia Muñoz Solano
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