28 ago 2011

Duda existencial

Me acababan de dar una hoja con la letra de las canciones para que yo también participara con mi voz; a veces no quiero seguir estos cánticos. Lo cierto, es que siempre hay gente dispuesta a sobresalir, de manera que una voz menos, en ese momento, no iba a ser echada en falta. Por ello, me limité a abrir y cerrar mis labios, en una especie de playback no muy bien ejecutado. Ahora me viene a la mente el motivo por el que posiblemente la gente prefiera cantar el papel de las letras: porque mientras te concentras en si entonas o no bien, mantienes la mente en blanco; vacías el cerebro de los pensamientos que asaltan raudos en los silencios que aparecen desiertos y baldíos. ¿Por qué nos tenemos que morir? ¿Es cierto que existirá una vida eterna?

Realmente me apena tener estos pensamientos siendo católica. De hecho, no debería preocuparme por ello, pues se supone que tengo la certeza de la existencia de Dios. Y me pregunto en este instante:

El cura que está ahora mismo hablando de la anunciación del Arcángel San Gabriel, ¿no se preocupa por esto? ¿Está realmente seguro de lo que está contando?

Observo sus movimientos amplios, levantando los brazos y moviendo expresivamente sus manos… la homilía continúa. Creo que es muy afortunado; pues parece tener la certeza de todo lo que está afirmando. No me reconforta, al contrario, me hace preguntarme cada vez más y más cosas. Reconozco que soy creyente pues si no, no sentiría emoción al ver a mi Cristo surcando las calles de mi ciudad en Semana Santa. Pero esto… podría confundirse con idolatría; como ocurría en el antiguo Egipto dónde se adoraban a múltiples dioses, entre ellos a Osiris, el cual también resucitaba, y se le procesionaba por la necrópolis de Abydos.

Aunque me niego a pensar que yo no creo, debo de hacerlo, pues así me educaron. Añoro esa etapa infantil en la que la religión se confundía con la magia. Me acuerdo cuando para mí, la autenticidad de los Reyes Magos era innegable. Cuando, el cielo, era algo muy fácil de entender. Creo que por entonces, la muerte no era temible porque la fe venía de serie; como en los coches pueden venir de serie, el airbag o los frenos ABS.

Estaba escuchando aquella misa porque mi padre había perdido hacía una semana a un compañero de trabajo. Una persona entrañable y bondadosa. Lo dio todo por sus nietos. Un hombre que vivió la vida, a pesar de sus reveses, con un optimismo envidiable. Por eso estábamos casi todos: era una misa en su recuerdo. Mirando a su viuda y a sus hijos; no podía dejar de preguntarme, si de veras hay algo que nos espera; si de verdad nos reencontraremos con nuestros amigos y familiares, una vez caiga el telóue el mundo sigue aunque nos parezca increíble, estemos en él o no. Y yo me niego a dejarlo del todo; por eso tengo que creer en ese Dios que nos lleva hacia algún sitio desconocido después de que nuestros 21 gramos de alma abandonen nuestro cuerpo. n de la oscuridad. O simplemente lo único que podamos esperar, es pervivir en el recuerdo de nuestros deudos, y eso siempre que hayas sido una persona que merezca ser recordada, ya que los que no, quedarían relegados al infierno del olvido.

Ahora está de moda una médium televisiva, que dice ver a las personas desaparecidas, ya sea detrás o al lado nuestro. Casi siempre de pie y, sosteniendo una foto; pues como ya sabrás, todo doliente se aferra a una imagen, para que el ser querido viva en la memoria más vívidamente. Si de verdad fuera tan fácil, como ella lo plantea, ninguno tendríamos miedo al sueño postrero.

El hecho de que te digan, que el ser querido está bien, que te acompaña, que está esperando vuestro reencuentro y que te manda saludos como el que hace una llamada a larga distancia, es lo que a todo ser humano le gustaría escuchar de labios de su madre o de su abuela fallecida. Pero la existencia de una vida después de esta, es algo mucho más complejo e inexplicable que un encuentro “entre fantasmas”; en el que la intuición de la médium es a mi modo de ver el verdadero contacto con el mundo de los muertos.

Porque el mundo sigue aunque nos parezca increíble, estemos en él o no. Y yo me niego a dejarlo del todo; por eso tengo que creer en ese Dios que nos lleva hacia algún sitio desconocido después de que nuestros 21 gramos de alma abandonen nuestro cuerpo.

Como dijo Lavoisier: “La energía ni se crea ni se destruye sólo se transforma”.

Victoria Eugenia Muñoz Solano


3 ago 2011

Parálisis

Se encontraba en un diván de piel resbalosa y verde mirando cara a cara a un psiquiatra que apuntaba todo lo que de su boca emergía. Hacía meses que el espanto llegaba por las noches. Ocurría tras apagar la luz. Al repasar, sin proponérselo, los avatares del día: el trabajo, el colegio de los niños, el hastío en su matrimonio y en su vida…

Llegado un momento, el cansancio le vencía, y percibía un vacío que le hacía sentir como si estuviera subida en un ascensor en caída libre; después, pasaba lo que más temía: aparecía él. Desconocía qué o quién era. Un espíritu, un diablo o bien una mezcla de los dos. Su cuerpo era pequeño; parecía un infante de ojos rojizos y maléficos. Luego, notaba cómo poco a poco y silenciosamente se iba acercando por su lado de la cama y se encaramaba hacia ella, cerniéndose sobre su pecho. El ser, comenzaba a presionar con sus manitas el cuello; impidiéndole la respiración. Ella luchaba inútilmente, pues sus músculos, no se movían; estaba rígida. Abría los ojos, y lo seguía viendo allí, en la oscuridad, impertérrito y constante. Así, mientras su corazón estaba taquicárdico, su marido roncaba a placer; ajeno al hombrecillo diabólico que quería acabar con su vida. El médico miró con serenidad a su paciente; no era la primera vez que le habían descrito esta experiencia. Con voz pausada le indicó su diagnóstico: “Sufre de parálisis del sueño, en cuanto se convenza de la inexistencia de su visitante nocturno, se le pasará la sensación de ahogo paralizante.”

Llegó la noche y se tumbó. Esta vez, se reiría en la cara del enano. Miró al techo, aguardando su aparición. No tuvo que esperar mucho. El personaje hizo lo de todas las noches, pero esta vez, ella estaba preparada.

Lo peor fue por la mañana, cuando vio que su cama estaba llena de sangre.

Autora: Victoria Eugenia Muñoz Solano


Espero que os haya gustado

Saludos

Victoria E.

2 ago 2011

El sitio vacío

“Este gordo ocupa mucho lugar”, le dijo el marinero a un superior de la tripulación. El hombre de tosca envergadura, hizo oídos sordos levantando la pierna para colocarse en el único espacio que quedaba en la barcaza. El marinero le instó a que abandonara el sitio, pues había una mujer en avanzado estado de gestación a la espera de ocuparlo. “No he pagado el pasaje más caro del Titanic para que sólo se salven estas miserables”. ¡Pam, pam! – se escuchó. Se quedó el sitio vacío. Así fue como tu madre y yo, sobrevivimos al naufragio.

Autora: Victoria Eugenia Muñoz Solano

FOTO: Supervivientes del Titanic en uno de los botes salvavidas.

Reputación mancillada

¿Puedo quedarme con sus juguetes? – preguntó Sam.

–Sí, puedes ir metiéndolos en estas bolsitas trasparentes. Uno por uno, que luego no digan que se han recogido mal las pruebas.

– ¿Sabes…? A veces las cosas no son lo que parecen: es demasiado fácil matar a un tío poniéndole una bolsa en la cabeza, decorar la escena con unos cuantos objetos fetichistas, y encima mancillar su nombre por los siglos de los siglos. ¿Sabes si tenía enemigos? – Sam, miró a su compañero. – Pero…, ¿qué estás pensando!? –, su voz sonó entrecortada.

John, llevaba rato esbozando una sonrisilla sádica e inquietante…

Autora: Victoria Eugenia Muñoz Solano